/ES SOLAMENTE UNA CUESTION DE DINERO

ES SOLAMENTE UNA CUESTION DE DINERO

ES SOLAMENTE UNA CUESTIÓN DE DINERO

El Presidente continúa, sin descanso, con la presentación de ocurrencias que trastornan gravemente la vida de los argentinos.

Sin mediar aviso, ni comunicación o advertencia de alguna especie, un día disparó que solamente pueden ingresar 600 personas por día al país.

Como es costumbre habitual, medidas espasmódicas improvisadas, producto de la mala gestión y la impotencia ante la suma de adversidades pandémicas.

La decisión arbitraria, injusta e irrazonable, fundamentalmente por el maltrato grosero a los argentinos en el exterior, sin previo aviso, advertencia y con una adecuada programación para el retorno de los afectados.

La falta de certeza, suma en angustias y sinsabores a múltiples personas, con distinto grado de afectación y problemáticas en curso.

Gestores de sucesivos fracasos, mandan al exilio todas las ideas de un sistema progresivo y planificado para una medida torturada y torturante.

La consecuencia directa, inmediata y lógica de semejante desmadre es la pena e infortunio de la mayoría absoluta de los afectados, abandonados a la suerte de un destino incierto y el desparpajo del pudiente que acomete, recursos en mano para burlar la inescrupulosa medida.

El primer gran aporte lo hizo el inefable Ginés  González García, desde la primera clase, en un pronto retorno europeo, garantizado por la política.

Tuvo que padecer, silencio y vergüenza mediante, el insulto, agravio y repudio de los sufridos viajeros.

Los pícaros y malandrines ya tienen aceitado los sistemas de vuelos privados, crece  la comunidad de “Carpooling”y las ingeniosas escalas en Paraguay y Uruguay, como paso previo a los múltiples cruces clandestinos o con asistencia gratificada de la atenta y aceitada burocracia oficial.

Fiel exponente de la regulación del Jerarca, con favores a los amigos o distinguidos del sistema y condena para los eternos “pelotudos”, ingenuos y ausentes en el relato militante.

La eterna conjunción de malandrines, al amparo de un fraseo progresista, condena al doloroso e incierto destierro a los ciudadanos de a pie y le extiende una franquicia a los adinerados para continuar con sus fechorías externas o articular alguno de los múltiples trucos que, simplemente pagando, le permiten un pronto y efectivo regreso a casa.

Alberto se hace cargo de los versos de Francisco de Quevedo: “Poderoso Caballero es Don Dinero”, al sancionar una medida irrazonable, arbitraria y urdida con telón de impotencia e incompetencia manifiesta, pero que resulta muy fácil de esquivar para los que tienen dinero.

La mesa está servida, para que los atentos y solícitos burócratas emprendan el negocio, con un precio para el ingreso oficial y con otro para el flojo de papeles.

Una cosa es clandestino y otra con sellos, aplausos y sonrisas festivas.

Tuvo que avisar al universo de afectados, otorgando unos días para apresurar el regreso y luego programar y atender las situaciones de necesidad y urgencia con mecanismos de evacuación.

Una vez más, discurre sin atajos contra el sentido común y afecta con desprecio y soberbia a los impotentes viajeros.

Los sume en destinos y tiempos inciertos y carece de la mínima prudencia y moderación.

Alberto es un personaje desconcertante que habla de un modo y actúa completamente distinto.

Es un comerciante del uso de la palabra. Puede decir una cosa y ejecutar algo completamente diferente.

Patética insistencia con los encierros masivos, como solución exclusiva y excluyente.

La cuarentena eterna encarceló a los argentinos en sus casas y ahora reitera la asfixia, pero en el exterior, impidiendo el reingreso oportuno a los hogares.

La medida fue adoptada con absoluto desprecio del sentido común y despojada de un tránsito temporal oportuno que alivie las desigualdades en el trato con los ricos y poderosos.

La obligación impuesta en torno a la estricta sujeción al papel escrito en los afanes discursivos, padecimiento que desvela la intimidad presidencial, no escatima en torno a la inventiva de nuevas fórmulas para el engaño.

Agotados los recursos del lenguaje para los desconcertados votantes moderados e independientes, apronta sus menesteres Florencio Randazzo.

Rescata los apenados Masistas, los desencantados de la impronta presidencial y los peronistas sin rendiciones al discurso único de la Jefa.

Sale en la búsqueda y contención del peronismo histórico, que no ahorra en asombros y sustos con las trasnochadas de Alberto.

Es tan grotesco y patético el encierro y el bloqueo al que someten al país, que llegarán al extremo que a nadie le importará la Argentina.

El Mercosur anuncia las próximas salidas de Uruguay y Brasil, para discutir otras formas de integración mundial y se condena a una formula de impotencia, antigüedad e ineficiencia, que solamente representa una estructura formal y expresiones dogmáticas.

Alberto incurre en un acto de abandono despreciable de los argentinos en el exterior. Sin ninguna alerta, legitima que solamente puedan volver los ricos y pudientes.

Articula un discurso tramposo, engañoso, con falta de tino y equilibrio, en el cual utiliza rehenes dolientes para justificar fracasos propios.

Antes fueron los runners, los comerciantes inescrupulosos, los afanes docentes y ahora los nuevos culpables son los insensatos e insensibles viajeros.

Nunca una autocrítica, siempre otro enemigo y alguien en el cual depositar la culpa.

Ilusos los que votaron equilibrio y moderación.

Reciben fastidio y decepción, a la par que enajenación y entrega resignada a una decisión superior, por parte del elegido.

Asumieron los riesgos de una empresa cuidadosamente urdida, con la portación de un mensaje que era el que querían escuchar.

Los hechos son fulminantes y por sí mismos. 

Paradoja de la política, en la cual lo prometido no se corresponde con las acciones cumplidas.

Mentiras que los hicieron felices, pero ilusión que se desvanece con la crueldad de los hechos diarios.

Alberto no es que pierda la magia. Lo que pasa es que se descubre el truco.