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EL DIA DESPUES

EL DIA DESPUES

En la reciente conmemoración del día de la Lealtad, cada quién tuvo su propio acto, ante la imposibilidad de acordar un mensaje unificado, ordenado y consensuado entre las vertientes del Frente de Todos.

Cristina, el día anterior en la ESMA, compartió con su tropa juvenil la palabra propia de su espacio; Hebe de Bonafini, Amado Boudou, Roberto Paradel, Martín Insaurralde y Axel Kicillof, en la Plaza de Mayo con las tropas militantes y fieles incondicionales y la CGT, sin oradores, sujeta a un documento que limite los roces y las divisiones, fueron la expresión de distinto caminos y tensiones que horadan la sufrida coalición luego de la catastrófica derrota electoral.

Toda una pintura del desarreglo, la confusión y la impostura que campea y que no pueden administrar los estrategas electorales.

La desesperación del día después lleva a Sergio Massa a caminos inexplorados en dos años de gobierno, articulando una nueva “Ventajita”, fruto mas de la necesidad que de las convicciones.

Anuncia la convocatoria al diálogo con la oposición, luego del 14 de noviembre y sea cual fuere el resultado electoral, para acordar 10 medidas que representen Políticas de Estado.

Ínterin, el Secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, espada directa de Cristina, descarga su furiosa arremetida congelando los precios del orden de 1432 productos hasta el mes de enero de 2022, de manera unilateral, con un “Ucase” intimidante, a la par que mantiene un diálogo forzado y autoritario con los empresarios.

Apela al esfuerzo y la comprensión empresaria, mientras se inunda el mercado con la mas estruendosa emisión monetaria traducida en regalos, prebendas y beneficios electorales.

La Ley de Abastecimiento será puesto en juego, seguramente en consonancia con un discurso épico y presencia militante en las góndolas.

El favor y la dispensa estatal se combina con los “precios máximos” y gobierna el descontrol que patentiza una escalada inflacionaria en los meses de septiembre y octubre.

La economía se dirige sin escalas a una explosión planificada desde el desorden y el desgobierno.

Los juegos electorales adquieren dimensiones estrafalarias.

El congelamiento de precios se sostiene en la convicción que la inflación es culpa de la codicia empresaria y que, además, el aumento del consumo permitirá ganancias por volumen y cantidad de ventas.

Los desarreglos estructurales no tienen partida en el juego del pensamiento oficial.

Feletti, al más puro estilo de Guillermo Moreno, garrote en mano, impone la restricción y espera un consentimiento empresario, en una suerte de rendición incondicional (por imposición y defección temerosa).

No obstante, las preferencias se orientan a la aplicación autoritaria y unilateral en una gesta de combate negocio por negocio, con la inspección de la militancia y el fervor del discurso y el relato.

No hay forma de entender que la emisión monetaria descontrolada genera inflación y aún mucho peor en una situación en la cual se convierte en el exclusivo y excluyente medio de financiación estatal.

Sin inversión, ni crédito, la “máquina” no cesa en el empeño y los números de la inflación escalan sucesivamente.

No existe el diálogo real con el otro en el gobierno, como expresión genuina de un método de construcción política.

El modo tradicional es el autoritarismo y la imposición.

Sergio Massa, en su desconcertante transfiguración, ha perdido toda credibilidad y legitimidad.

Según la dirección de los vientos dominantes, ordena sus propuestas, pero carece de representación, abatida por los resultados electorales, y lo respalda una dimensión irrelevante de votantes.

La previsibilidad de un resultado electoral aún peor radicaliza el planteo y el Ministro de Economía es un Ministro exclusivamente de la deuda externa.

No hay remedios razonables para tanta penuria.

El disparate no consiente y se renueva en su consumación.

Nunca ha sido tan fácil cargarse a un gobierno peronista en una contienda electoral.