/UN CANCILLER EN APUROS, VICTIMA DE GRAVES ENOJOS, ABANDÓNICO Y RENUNCIANTE

UN CANCILLER EN APUROS, VICTIMA DE GRAVES ENOJOS, ABANDÓNICO Y RENUNCIANTE

UN CANCILLER EN APUROS, VICTIMA DE GRAVES ENOJOS, ABANDÓNICO Y RENUNCIANTE.

            En el curso de una misión internacional en la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), portando un mandato presidencial expreso, el Canciller Felipe Carlos Sola, dio cuenta de su mayor enojo, abandonó el encuentro sin haberse presentado, renunció y se refugió en un hotel a rumiar el desamparo y el olvido.

            Esta vez no le resultó suficiente la consigna expuesta, oportunamente, ante el periodista Tognetti, cuando, al responder el requerimiento, le explicó que, en la política, para mantenerse en el poder: hay que hacerse el pelotudo.

            La distancia del escenario principal, el fragote y la disputa acérrima, facilitaron el sacrificio en aras de la reubicación de “Cafierito”.

            En la satisfacción de los reclamos de la Jefa, Alberto obtuvo, como premio consuelo, el consentimiento para mantener, en ubicación secundaria, al último de una estirpe abonada por los años a los favores del Estado.

            Desde las épocas de bautismo del denominado “Ministro Lactante”, apodo conferido por Juan Domingo Perón a Antonio Cafiero, su Ministro de Comercio Exterior (1952/1955), por su temprana edad en la función pública (treinta años), hasta el presente, el presupuesto nacional tiene asignada una partida, durante los gobiernos de signo peronista, destinada a la familia Cafiero.

            Asi se sucedieron los hijos y ahora el nieto, sin perjuicio de nombramientos familiares, pero de menor jerarquía.

            En un gobierno de las características del de Alberto, las Relaciones Internacionales no resultan complejas y obedecen a un esquema geopolítico de suma sencillez.

            Por lo demás, Cristina tenía que tener algún gesto de consideración en semejante estropicio y Sola estaba lejos y distraído.

            Otra nota, no menos importante, son los dichos históricos de Sola sobre Aníbal Fernández, quién vuelve a la escena principal, cuyos graves términos dificultan la sana convivencia Ministerial.

            El retorno de la “sensación de seguridad” es, al menos, contradictoria con la presencia del extinto Canciller.

            En su huida hacia delante, Cristina acude a Manzur, figura consular de la Liga de los Gobernadores, para evitar que la catástrofe sea aún peor en el interior del país y poder contener los votos, sin profundizar la debacle, evitando  el contagio por dispersión y que el rechazo se expanda e irradie al peronismo histórico.

            Dificil de digerir, para el colectivo de Actrices Argentinas, la designación de Manzur ya recibió el repudio público.

            La desesperación la lleva, una vez más, a componer la pelea con el campo y vuelve un clásico del diálogo y la moderación, Julián Domínguez, encargado de montar un espacio de consenso y acuerdos.

            Contra todos los pronósticos, la Dama, apuesta una vez más por Martín Guzmán, para cerrar el acuerdo con el FMI, sin perjuicio de volcar masivamente dinero al consumo interno, de forma urgente e inmediata.

            Pero la decisión más conflictiva, la de mayor impacto y que desata los festejos masivos y silenciosos de la oposición, es la vuelta del inefable Aníbal Fernández.

            En definitiva, retorna el combatiente del verbo ingenioso y picante,  el que, nobleza obliga, es capar de enfrentar con suma destreza cualquier periodista, sin trepidar en banderías.

            El más aguerrido defensor oficial, pero a la par el portador de famas y recuerdos complicados para los sectores medios e independientes.

            Su presencia anuncia la gesta épica, pero la convocatoria no suma fuera del cardumen fiel y clásico de la Jefa.

            Una vez más, puede espantar en el horizonte de la gente común y repetir frustraciones electorales ya padecidas.

            A la oposición le bastará con no hacer olas y evitar errores.

            La figura de Aníbal Fernández es un remedo del cajón de Herminio y convoca los recuerdos y notables efectos improductivos para una remontada.

            Felipe, mientras tanto, probablemente sea compensado con alguna embajada, donde podrá lamer sus heridas.

            Manzur y Aníbal no convocan, ni suman, en sectores no peronistas.

            Extrañas designaciones en momentos de crisis y con extremas necesidades de ampliar la base de la oferta electoral.

            Es como si el objetivo propuesto fuera no perder aún por un margen peor y se limitara a retener los votantes propios.

            El Jefe de Gabinete no se inspira en políticas progresistas, inclusivas, sino más bien todo lo contrario.

            Patentes y patéticas contradicciones que, a poco de andar, expondrán con crueldad un mensaje insuficiente y limitado al peronismo feudal.

            Todo puede ser aún peor en noviembre y el gobierno se relanza muy debilitado y altamente expuesto.

            La oposición, no cesa en sus festejos y observa desconcertada la sucesión de errores y horrores tácticos y estratégicos.

            Es un tiempo simplemente de esperar.