/SINVERGUEZA Y SIN VERGUENZA

SINVERGUEZA Y SIN VERGUENZA

SINVERGUENZA Y SIN VERGÜENZA 

                                                           “…No tenés que actuar con culpa porque vos tenés derecho a eso, sos una personalidad que necesita ser protegida por la sociedad..”

                                             Carlos Zannini respecto de la legitimidad de la vacuna Vip recibida por Horacio Verbitsky.

            Cuando expresamos sinvergueza, escribiendo todo junto, nos referimos a una persona con determinada actitud pícara o que se mueve tan solo por intereses propios. Lo utilizamos como adjetivo o en su forma sustantivada.

            En cambio, si anotamos “sin vergueza”, es decir que lo hacemos separado, nos referimos a una determinada forma de actuar, es decir sin miedo, timidez o vergüenza.

            En el caso que analizamos, la conducta desplegada y la persona del que lo hace, atento al contenido y al modo en que la desarrolla , aplican los dos conceptos.

            El Procurador General del Tesoro, Carlos Zannini, defendió recientemente, con el periodista Alejandro Bercovich, en la señal C5N, la circunstancia de haber recibido, al inicio del año, la vacuna contra el Coronavirus, bajo la figura de “Personal de Salud” y expresó que su único arrepentimiento es no haberse sacado una foto.

            Tampoco tiene resquemores de haber hecho lo propio su esposa, en la misma situación.

            En el tramo televisivo, también, defendió a Horacio Verbitsky, alentandolo por su condición de “personalidad” que merece protección especial.

            Igualmente, han dictado normas para garantizar la vacunación del denominado “Personal Estratégico”, tema que ha sido criticado en anteriores entregas y que ahora fue desplazado del comentario y la agenda pública, dado la inconveniencia y el enojo social con todo lo referido a la vacunación preferente y distinguida.

En definitiva, la atención del denominado “personal estratégico” desapareció del escenario virtual y del temario general.

            Lo más llamativo es que el Jefe de los Abogados del Estado no tiene el menor reflejo en torno a los privilegios irrazonables y arbitrarios de la clase política respecto al común de la sociedad.

            Lo expone sin pudor, límites ni vergüenza.

            Han legitimado un sistema de costumbres vacunatorias escandaloso y lo sostinen con absoluta impunidad.

            El periodista militante no altera su rutina complaciente ante la sinrazón del privilegio de marido y mujer, por su sola pertenencia a los cuadros del poder formal y la entronización de un periodista estrella, criticado hasta por la propia organización de pertenencia ante una conducta irregular (v. Comunidado del C.E.L.S. respecto del acto de vacunación de Verbitsky, con la severas críticas), que porta una condición de seleccionado por el favor del que manda.

La constancia de “personal de salud” no reviste trascendencia para el entrevistado y mucho menos para el periodista que, supuestamente, inquiere al funcionario.

            Incluso, llega al extremo de jactarse de su cometido e ironiza con la pena que lo aqueja por no haberse tomado una foto que registre el momento, única circunstancia de la que dice arrepentirse.

            Legitima la determinación de que ahora es el poder quién decide a quién salva, o mejor el funcionario circunstancial que califica la condición de “personalidad” que merece protección.

Culmina el panegírico con la sentencia desconcertante de que el “verdadero problema es la falta de vacunas y no a quién se vacuna”.

Precisamente, la limitación de vacunas hace imprescindible la justificación y razonabilidad de la administración de las dosis, fundando debidamente las aplicaciones y evitando situaciones de “privilegio”, como las que configuran la inoculación matrimonial que porta su jactancia, al amparo de la indebida calificación de personal de salud y la de Verbitsky, electo por su referida “personalidad”.

En este punto, corona su desidia y desbarranca en el el absurdo.

            Una sociedad adormecida y anestesiada no advierte el horror de las manifestaciones públicas de un funcionario extraviado en el extásis del manejo discrecional y arbitrario.

            Siempre hay un Fiscal impensado en un horizonte castigado por la desidia, la incompetencia y la corrupción extrema.

            El polémico periodista Jorge Rial acaba de Twitear, muy puntualmente replicando las declaraciones groseras de Zannini: “…Esa gente, cada día nos aleja más…Es nefasto ese pensamiento…De una superioridad que no coincide con los valores que dice defender…”, para rematar: “…Si necesitan excusas para desilusionarnos y enojarnos, este tipo lo logró en un minuto…”.

            Impotente, tomó como drástica decisión, poner su salud a resguardo de los políticos y  rumbo a Miami para recibir su vacuna contra el Coronavirus.

            Agotó la paciencia, en la espera de un turno de forma larga y tediosa, pero lo que califica como soberbia de Zannini y el hartazgo producto de ver como se vacunan personas no esenciales y amigos del poder, lo decidió a “…no dejar en manos de los políticos su salud…”.

            El periodista tiene medios económicos y actitud para enfrentar la odisea vacunatoria en tierra ajena, pero además desnuda la brutalidad de un sistema corrupto y estragado por los privilegios de la militancia en un grupo de pertenencia.

El furibundo descargo no puede decirse que provenga de tropa ajena.

Son los propios los que no pueden creer lo que enfrentan.

Algunos, azorados e incredulos asisten al concierto de disparates, en un silencio penoso y abatimiento profundo.

Rial no pudo consigo mismo y estalló, asumiendo la representación del descontento general y el pavor por la jactancia y la soberbia.

            Los ciudadanos asisten pasmados a la feroz expresión pública de una impunidad absoluta.

            El Procurador General de la Nación, en su extravío, no termina de comprender el daño autoinfligido.

            Seguramente esta conducta delirante será superada, con los días, por otra aún peor.

Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto.