/DESAZÓN E INDIFERENCIA

DESAZÓN E INDIFERENCIA

            DESAZÓN E INDIFERENCIA

            Un gran número de argentinos se encuentra ganado por una sensación de desazón e indiferencia ante los sucesivos acontecimientos políticos y económicos.

            La necesidad de preservación física y emocional los lleva a esquivar las noticias diarias y refugiarse en la intimidad, los lazos familiares y amicales .

            La disputa política interna oficial y de la oposición no trepida en medios hostiles, descalificaciones recíprocas y peleas por los espacios electorales.

            El desconcierto general permite el progreso de las propuestas extremas que capitalizan la bronca y el descontento.

            El Presidente conjuga expresiones insólitas que son cuestionadas casi al unísono en las propias filas.

            Prácticamente se encuentra aislado, cercado entre sus allegados más cercanos.

            La crisis política y económica no conoce respiros.

            Alberto insiste en una supuesta reelección que aún en su circo áulico es de práctica imposible y descabellada.

            Dicho pregón se sostiene en un pequeño capital político y aún para el frente interno no tiene razón de ser.

            El plan Massa se agota, la varita ha quedado sin magia posible y se sostiene exclusivamente por la benevolencia del F.M.I.

            Su esposa, ha referido en las redes sociales, un crudo diagnóstico al compartir un pronóstico de que: “…Todo se termina cuando se retira Massa…”.

            A tal extremo llega el desconsuelo oficial.

            La expulsión del Jefe de Asesores Presidencial, Antonio Aracre, de ignota y brevísima actividad, explotó con un incierto plan de estabilizazión (devaluación mediante), fruto de un nuevo golpe en sus propias piernas asestado entre los miembros de la desgastada coalición gobernante.

            La desazón y el desconcierto trepan por doquier.

            Cristina insiste en la proscripción, reitera la abstención e invade a su universo con parálisis e incertidumbre.

            Ausente el enemigo clásico ante la abdicación protagónica, el relato se queda sin su contricante esencial y pierde desarrollo y argumentación.

            Alberto y Sergio apuran las fotos que actúan como calmantes y anestesian la disputa, portando forzadas sonrisas y circunstacias de ocasión.

            No hay rumbo ni destino cierto.

            Lo peor siempre esta por venir.

            Como apunta el cancionero popular de “La Mosca”: “Hoy estoy peor que ayer pero mejor que mañana”.

            Sin escalas estamos presos de la peor de las suertes.

            El gobierno se sucede en extraordinarios recórds negativos.

            El hartazgo se conjuga con impotencia, desencanto e incertidumbre.

            Es una desilusión sin horizontes.