/AMAGUE Y RECULE PERMANENTE

AMAGUE Y RECULE PERMANENTE

AMAGUE Y RECULE

En el reciente discurso de Cristina pudieron escucharse las habituales críticas al partido judicial y los consabidos ataques virulentos a la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Del mismo modo, el presidente se constituye en un anotado permanente para sufrir el verbo encendido e irritado de la persistente inquina.

En este caso, aparece una expresión muy simpática, divertida, burlona, irónica con certera precisión popular, muy adentrada en los modismos y el uso habitual de la gente.

En un momento de las críticas la Vice Presidenta sentenció: “Agrupación política amague y recule permanente”. No tuvo destinatario expreso,  pero aludía claramente a los dimes y diretes, marchas y contramarchas de la aventura en ciernes contra la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Notable caracterización que no requiere mayores abundamientos para puntualizar el personaje indicado.

Crueldad y burla en estado puro. Ingenio y desprecio a la par en dosis concurrentes y sin anestesia.

Es la realidad política que enmarca la crisis económica sin horizontes que limiten la caída, en un futuro de declive sostenido y constante de todas las variables macroeconómicas.

El destrato discursivo se acompaña con las citas del abogado favorito, Eugenio Zaffaroni , quién ha extendido sus ideas abolicionistas del derecho penal al estado de anomia que atribuye al desempeño de la Corte Suprema al destacar la inexistencia de derecho en la Argentina, con la consagración de un Estado sin normas.

En efecto, en el portal web “La Tecla Eñe”, discurre Zaffaroni sobre la ausencia de derecho ante la intromisión y las decisiones tomadas por la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Legitima el histórico pronunciamiento del “Vamos por todo” sostenido por Cristina en oportunidad del triunfo electoral del año 2011, trunco hasta el presente por el insistente, reiterado y fracasado intento de barrer a la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

En palabras del olvidadizo abogado, se asiste a la ausencia de derecho en un espacio vacío de reglas que conforman un sistema no jurídico, esto es ajurídico.

Es una fallida excursión nutrido de la teoría del notable filósofo y profesor Carlos Nino, quién en “Un país al margen de la Ley” tipificó la anomia boba, describiendo la sistemática conducta de eludir el cumplimiento de la ley, lamentable y persistente actitud de muchos políticos y ciudadanos en nuestro país.

No existe sometimiento al principio de legalidad y al orden establecido, sino pretensión de cambiar el sistema según las experiencias revolucionarios de otros modelos extranjeros.

Curioso “lapsus cálami” del singular personaje en una excursión dialéctica que esquiva la vigencia de la Constitución y los principios básicos de la División de Poderes.

La máxima de que el orden interno es un orden revolucionario los lleva a pregonar sistemáticamente el cambio del sistema y en esa alquimia debe necesariamente caer la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Zaffaroni presta invalorables servicios para la pátina jurídica del cambio y el imperativo egocéntrico lo transmuta del derecho penal al constitucional sin escalas para asistir la emergencia.

Concluye que el caos judicial debe resolverlo la política y el protagonista es por esencia el soberano, es decir el pueblo.

Desconoce los elementos básicos del Estado de Derecho y abjura del principio de Legalidad al rechazar el sometimiento al orden constitucional y legal.

Brega por una instancia transformadora superior que protagoniza Cristina. Sucumbe ante el encanto mágico de la líder que se encarna en la cúspide de la pirámide.

La Jefa arrastra a todo el peronismo tras de si y se esfuman la condición democrática, la alternancia y la moderación. Asoma sin sutilezas el régimen del partido único.

El país tiene problemas graves, pero todavía no se jodió definitivamente, por mérito de los límites institucionales que condicionan el obrar totalitario.

La próxima elección resulta crucial para orientar el futuro en aras de una democracia republicana o el tránsito para emular un destino revolucionario.

Las nuevas formas del viejo apotegma que no pretenden modificar el sistema, sino cambiar el sistema juegan sus cartas sin dobleces.

La orden del vamos por todo nunca pudo ser plasmada y tener concreción cierta en los hechos.

La Justicia y la oposición han logrado articular límites al ejercicio del poder hegemónico y restringir las amenazas a meros enunciados sin relevancia jurídica.

En definitiva, no obstante los reproches, el amague y recule sostuvo las diferencias políticas dentro del sistema, prestando un notorio servicio a la tradición democrática.

Las gambetas y mambos no fueron en vano.