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SILENZIO STAMPA

SILENZIO STAMPA

            Luego de los insistentes y furibundos ataques de Cristina que pusieron en fuga al entonces Ministro de Economía Martín Guzman y desgastaron la imagen presidencial por las duras críticas y la consecuente pérdida de autoridad, la incorporación de Silvina Batakis ha sorprendido a propios y extraños, generando un notable silencio en los sectores extremos de la coalición gobernante.

            Las expectativas abonadas por la intervención vicepresidencial y el pregonado nuevo rumbo de la economía, tuvo un parate notable con el anuncio de las medidas propiciadas por la novel economista.

            La renuncia intempestiva y el respiro semanal inspirado para ordenar el futuro esquema institucional, tuvo como epílogo la continuidad del rumbo auspiciado por el funcionario saliente.

            Los mas inspirados en la gesta populista se preguntan sobre la justificación de la continuidad de la orientación cuestionada mediante el sendero de la incipiente empoderada.

            Las dudas se orientan en torno a si la proclama conspiratoria inspiraba un mero cambio de gestores y nombres, sin alterar la sustancia de la propuesta, con lo cual quedan truncas viejas ideas y todo se limita a la disposición de medidas dispersas y enunciados genéricos.

            Urgida por el incesante agravamiento de la crisis económica, la creciente inflación, la escalada cambiaria, la paulatina complicación de la situación social y la agitación callejera con el compromiso de manifestaciones de distinto signo, la ministra designada se compromete con la disciplina fiscal mas clásica y ortodoxa y profesa una incesante declaración de equilibrio presupuestario.

            El descontento comienza a ganar las calles en el medio de un notable silencio informativo y falta de exposición de Cristina y sus seguidores más fieles.

            La tregua recíproca acuñada por el triunvirato gobernante reconoce un único y exclusivo responsable de la situación en ciernes: Martín Guzman. 

            En sus diábolicas gestiones encuentran los males y penurias, olvidando por unos momentos las culpas y atrocidades atribuídas al régimen macrista.

            El trío se disputa el abandono del escenario.

Cristina corona su intervención con un silencio trepidante y encarna con una mirada distraída la evolución progresiva del fracaso.

Sergio espera el colapso y reserva su carta final para afrontar con bala de plata la última disputa sin abandonar el barco.

Cada día, con la renovación de las quejas, advertimos que ayer, sin saberlo, estabamos mejor.

La movida auspiciada por Cristina y el posterior silencio, han dejado sin palabras a los fundamentalistas.

No hay explicaciones ciertas para instrumentar un cambio y que todo siga igual

Faltan explicaciones y certezas.

El nuevo equipo económico descubre escondrijos con circunstancias desconocidas y las cuentas presentan partidas presupuestarias agotadas a la mitad del ejercicio.

El persistente silencio encubre una soledad ministerial y la falta de iniciativas y proyectos integrales.

La cosmética utilizada nos recuerda las lecciones de Giuseppe Tomasi di Lampedusa en el “Gatopardo”, en Sicilia, a punto de sacudirla Garibaldi, en tiempos convulsos que suponen el hundimiento del mundo contemporáneo o tal vez traigan cambios que en realidad permitirán que todo siga igual. 

Alberto no ceja en el grotesco magistral que describe la condición de improvisador empedernido y gritón burlesco, pero no escatima esfuerzos en profundizar la decadencia.

Ha logrado consolidar un cambio propiciado para que nada cambie.

En un vínculo de fingimientos, el triunvirato configura un sereno inmovilismo y encamina los esfuerzos hacia el abismo.

Cristina y sus críticas ganan la nostalgia y desconcierto de sus desprevenidos militantes.

Estremece el silencio y la decadencia se dirige hacia un carácter sublime