/UN PRESIDENTE ACORRALADO POR SU PROPIA IMPOTENCIA

UN PRESIDENTE ACORRALADO POR SU PROPIA IMPOTENCIA

UN PRESIDENTE ACORRALADO POR SU PROPIA IMPOTENCIA

                                            “Hubiera sido bueno que haya venido”

                                                Hugo Moyano, ante la ausencia de Cristina en el acto de asunción de Silvina Batakis

                        Hugo Moyano fue cruel e irónico, en el acto de juramento de la nueva Ministra de Economía, al declarar en torno a la falta de presencia de la vice presidenta en el mismo.

                        Le puso palabras al hecho político trascendente de la convocatoria presidencial: la ausencia de Cristina.

                        No obstante la imposición de la designación, la resignación de Alberto para levantar el teléfono y comunicarse, evitó concurrir, esquivando el compromiso político y el respaldo expreso a la nueva empresa.

                        Insiste con los actos separados, la negativa de compartir el escenario y persiste en la actitud crítica y desafiante.

                        La rendición presidencial no ha sido incondicional, al no aceptar el empoderamiento de Massa en los términos propuestos y no ceder ante el requerimiento de la expulsión de los dirigentes que manejan los planes sociales.

                        La nueva ministra se apresura a declarar que: “vamos a continuar el programa económico; creo en el equilibrio fiscal; ese es el camino”.

                        Sus expresiones prestan consentimiento al único recaudo establecido por el presidente: “respetar el plan económico”, acordado con el F.M.I.

                        Cristina retacea puntualmente su presencia física, evitando el compromiso formal y protocolar, y la Ministra apura declaraciones que lleven calma a la agitación reinante.

                        Solamente un cambio de ministro resulta precario e insuficiente para fortalecer a un gobierno alicaído y errante.

                        El presidente carece de una conciencia cierta de la deriva económica y no consigue limitar al menos las disputas internas en la coalición gobernante.

                        La insistente presión que derivó en la forzada conversación con Cristina para afrontar la crisis, se traduce simplemente en una tregua hasta la próxima disputa.

                        El gobierno no advierte la gravedad de la crisis y la imperiosa necesidad de sellar la unidad de la coalición para permitir ordenar una propuesta económica.

                        Es mucho más que el destino del Frente de Todos lo que se encuentra en juego.

                        La militancia y las expresiones duras del peronismo esperan una restauración populista que no se advierte en el espíritu presidencial, ni tampoco en las expresiones de la ministra designada.

                        La decisión política de Alberto, una vez más, ha dejado a todos sus socios disconformes y descontentos.

                        El desencanto general trepa escandalosamente y la pasividad general no refleja con certeza el hartazgo social.