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PROMESAS DE ESCUDERO

PROMESAS DE ESCUDERO

            Pasados más de dos años de gestión, Alberto, en su rol de “Escudero” nominado para la investidura presidencial, acomete tras su primer victoria y arropado por la asistencia de la oposición, lanza su guerra contra la inflación.

            Ha dejado en el olvido la jactancia de proclamar, en forma insistente,  la falta de un plan económico, alegando, oportunamente, en forma reiterada, ser innecesario y poco práctico.

            Sin ataduras, ni rutas planificadas, ha sido víctima de la  adicción a la improvisación y  contradicción.

            Derrota a su mentora en una votación histórica del Congreso, en ambas Cámaras, y proclama el enfrentamiento, acogiendo en el seno de la Coalición tanto al gobierno como a una obstinada oposición.

            La Corporación polítca que lo sostiene mantiene formalmente la unidad, pero se divide para dar testimonio de rebeldía y compromiso ineludible con las banderas del fundador de la dinastía.

            En un mismo plato, para el cobijo y el alimento de todos, habrá gobierno y oposición al mismo tiempo, con un amplio y generoso convite.

            Los fanáticos, desprevenidos y ocasionales tendrán consumo en todos los matices.

            Madre e hijo apuestan al fracaso de la aventura presidencial y reservan sus banderas y energías para otros tiempos y debates.

            Alinean sus tropas con el objetivo  del enfrentamiento interno y  alistan el discurso para emprender otro clásico del peronismo: la lucha interna, por cualquier modo, sin limites ni estimación de costos.

            Nace una variante moderna de la experiencia abandónica de Chacho Alvarez, con matices, justificación, amparo en el relato, en una tradición y larga lista de traiciones.

            Los comunicadores del espacio, de la gesta,  inician el desgaste y acosan con su diálectica las renovadas aspiraciónes para la reelección de Alberto.

            Anuncian el espanto y se desentienden del futuro, con advertencias de derrotas y desquicio por doquier.

            La Jefa, ausente y dolorida en la votación fatal, alega traiciones, distracciones culposas, a la par que aventura desgracias y empresas fallidas.

            La promesa de la “Insula de Barataria” ha fenecido y la hidalga abandona a su suerte al Escudero.

            Alberto, debe replantear la aventura y apostar a sus más preciados fieles. 

            La cita del “Quijote” nos recuerda el uso de la palabra como promesa, con la certeza del cumplimiento del enunciado sin esquivo ni doblez.

            Alberto ha degradado su discurso, incurriendo en notorias contradicciones y falacias.

            Oscila entre la realidad y lo fantástico.

            La invocación de la guerra, inoportuna y absurda en el contexto actual, el inglés expuesto públicamente por el Canciller, parecen notas pintorescas de un país bananero, pero son patéticas expresiones de un presente oscuro y un futuro imprevisible.

            No puede resolver una cuestión vital con su falta de identidad.

            Es perseguido por las propias acechanzas  y oscila en un destino fatal.

            Ya no tiene a quién agradar.